martes, 21 de abril de 2015

Injusticia

Injusticia

    Me levante temprano, me morí de frío, el auto no arrancaba,  tenía las ruedas desinfladas, me agarró el agua,… ¡se supone que al que madruga Dios lo ayuda!
   Había ido de pesca, como lo haría cualquier solitario como yo. Aprovechando que estaba de vacaciones, me fui a la “Laguna del Indio Muerto”. Cuando llego, me instalo, preparo mi caña, y tiro el anzuelo. De pronto se acerca un perro y se sienta junto a mí. Yo lo empecé a acariciar y el perro encariñándose, se acostó a mi lado.  Luego de 10 minutos saco el anzuelo y estaba pelado. (Sin carnada). Vuelvo a poner la carnada y tiro. Al rato lo vuelvo a sacar,… pelado. En ese momento, afirme que sería mejor poner la campanilla. Al rato, llega una Toyota Hilux y se estaciona al lado de mi zona. En él, sale una familia con dos hijas. Ambas eran niñas, de 5 y 8 años aproximadamente. Las dos niñas correteando por toda la laguna espantaban los pescados que yo iba a sacar. Hasta que el padre le da una caña a cada una para que pesquen, mientras la mujer, preparaba el mate. ¡Guau! Dije yo… eso es una familia. Quizás el padre cada vez que me ve, piense: ¡Guau! ¡Eso es vida! ¡Estar solito y en paz! Creyendo que ambos estamos en la gloria, quizás nos encontramos en la misma situación. Me sentía invadido. ¡Yo llegue primero! Con la caña en la mano y sentado frente a la laguna, miraba a esas personas como un perro guardián vigilando que no ocupen mi territorio. En fin… yo seguí con lo mío.
   Mi caña estaba más quieta que una estatua. Ya eran las 9:15 AM. El sol salía justo en frente de mí. Antes, no me molestaba porque había grandes arbustos del otro lado del laguna que no dejaban pasar la luz solar. Pero ahora veo una laguna de lágrimas en mi vista. Encandilado, me acosté en el pasto, junto a la caña. Al rato, se siente un fuerte campanilleo y un par de gritos de victoria. Yo me levante rápidamente, pensando que era mi campanita. Pero no. Los ojos se me salieron al ver que la niña había pescado un dorado. Ella estaba tan feliz, como yo, deprimido. Luego de 10 minutos de shock, mirando a la familia feliz, me volví a acostar. Note que el perro ya no estaba, pero justo al lado de mi cabeza, me dejo un pequeño postre de recuerdo el desgraciado. La familia feliz se reía, pensé que se reían de mí, pero se reían de felicidad por su pesca. Me corrí un poco de costado, alejándome del regalo. Al instante, se escucha otro campanilleo. Esta vez, me levanto de mal humor y con mi autoestima por el 5to subsuelo. Me lleve la sorpresa de ver que ésta vez, era mi campanilla. Sujete con fuerza y empecé a tirar. Al parecer traía algún tipo de pez enorme ya que me resultaba muy difícil tirar de la caña. ¡Qué fácil que es soñar! ¡Y qué difícil es la realidad! Lo que saque, era un pez tanza, mejor conocido como línea perdida, encima con un anzuelo y bolla. Pero no me quería amargar veía el lado positivo, ahora tengo una bolla y un anzuelo nuevo. Al rato el pescador que me acompaña me dice: -¡Groso! ¡Me rescataste el anzuelo!- ¡Qué mal! Yo quería rescatar un pez. En fin, le doy la línea que le rescaté y tiro de vuelta mi caña. Al rato lo saco pelado nuevamente. La niña había sacado otro dorado y es ahí cuando me dije a mi mismo ¡Estas lombrices son una bosta!

    Después de una hora más, esta gente ya había juntado como diez pescados o creo que mas. ¡Algo tienen!... ¿Suerte?... ¿Una buena caña? ¡No se! Pero estamos en el mismo lugar y yo tengo menos suerte que yo mismo. No creo que haya tanta diferencia con solo unos metros. Había atrapado un bagrecito que lo use como carnada y nada. Lo hubiera dejado para el almuerzo aunque con eso no lleno ni medio cuarto de muela. La nenita de la familia había sacado otro dorado y es ahí cuando decidí irme. Saque la caña (pelada nuevamente) guarde mis cosas y cuando estaba por irme el señor me pregunta: -¿ya te vas?- ¡Y claro que me voy a ir si su hija me saco todos los peces de la laguna, los que yo iba a pescar. En ese momento el perro volvía empapado y se detiene en frente mio soltando de su boca una carpa. El pobre pescado estaba todo masticado, por lo que no quise tomarlo, aunque déjenme decirles que lo pensé. En fin, el segundo regalo fue mejor que el primero. Y bue, con las manos vacías, me volví. Así que ¿“al que madruga Dios lo ayuda”? ¡Pero dejame de hinchar! ¡Son solo frases con rimas! 

¡La verdad, esto es una injusticia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario