Injusticia
Me levante
temprano, me morí de frío, el auto no arrancaba, tenía las ruedas desinfladas, me agarró el
agua,… ¡se supone que al que madruga Dios lo ayuda!
Había ido de pesca, como lo haría cualquier
solitario como yo. Aprovechando que estaba de vacaciones, me fui a la “Laguna
del Indio Muerto”. Cuando llego, me instalo, preparo mi caña, y tiro el
anzuelo. De pronto se acerca un perro y se sienta junto a mí. Yo lo empecé a
acariciar y el perro encariñándose, se acostó a mi lado. Luego de 10 minutos saco el anzuelo y estaba
pelado. (Sin carnada). Vuelvo a poner la carnada y tiro. Al rato lo vuelvo a
sacar,… pelado. En ese momento, afirme que sería mejor poner la campanilla. Al
rato, llega una Toyota Hilux y se estaciona al lado de mi zona. En él, sale una
familia con dos hijas. Ambas eran niñas, de 5 y 8 años aproximadamente. Las dos
niñas correteando por toda la laguna espantaban los pescados que yo iba a
sacar. Hasta que el padre le da una caña a cada una para que pesquen, mientras
la mujer, preparaba el mate. ¡Guau! Dije yo… eso es una familia. Quizás el
padre cada vez que me ve, piense: ¡Guau! ¡Eso es vida! ¡Estar solito y en paz!
Creyendo que ambos estamos en la gloria, quizás nos encontramos en la misma
situación. Me sentía invadido. ¡Yo llegue primero! Con la caña en la mano y
sentado frente a la laguna, miraba a esas personas como un perro guardián
vigilando que no ocupen mi territorio. En fin… yo seguí con lo mío.
Mi caña estaba más quieta que una estatua.
Ya eran las 9:15 AM. El sol salía justo en frente de mí. Antes, no me molestaba
porque había grandes arbustos del otro lado del laguna que no dejaban pasar la
luz solar. Pero ahora veo una laguna de lágrimas en mi vista. Encandilado, me
acosté en el pasto, junto a la caña. Al rato, se siente un fuerte campanilleo y
un par de gritos de victoria. Yo me levante rápidamente, pensando que era mi
campanita. Pero no. Los ojos se me salieron al ver que la niña había pescado un
dorado. Ella estaba tan feliz, como yo, deprimido. Luego de 10 minutos de
shock, mirando a la familia feliz, me volví a acostar. Note que el perro ya no
estaba, pero justo al lado de mi cabeza, me dejo un pequeño postre de recuerdo
el desgraciado. La familia feliz se reía, pensé que se reían de mí, pero se
reían de felicidad por su pesca. Me corrí un poco de costado, alejándome del
regalo. Al instante, se escucha otro campanilleo. Esta vez, me levanto de mal
humor y con mi autoestima por el 5to subsuelo. Me lleve la sorpresa de ver que
ésta vez, era mi campanilla. Sujete con fuerza y empecé a tirar. Al parecer
traía algún tipo de pez enorme ya que me resultaba muy difícil tirar de la
caña. ¡Qué fácil que es soñar! ¡Y qué difícil es la realidad! Lo que saque, era
un pez tanza, mejor conocido como línea perdida, encima con un anzuelo y bolla.
Pero no me quería amargar veía el lado positivo, ahora tengo una bolla y un
anzuelo nuevo. Al rato el pescador que me acompaña me dice: -¡Groso! ¡Me rescataste
el anzuelo!- ¡Qué mal! Yo quería rescatar un pez. En fin, le doy la línea que
le rescaté y tiro de vuelta mi caña. Al rato lo saco pelado nuevamente. La niña
había sacado otro dorado y es ahí cuando me dije a mi mismo ¡Estas lombrices
son una bosta!
Después de una hora más, esta gente ya
había juntado como diez pescados o creo que mas. ¡Algo tienen!... ¿Suerte?...
¿Una buena caña? ¡No se! Pero estamos en el mismo lugar y yo tengo menos suerte
que yo mismo. No creo que haya tanta diferencia con solo unos metros. Había
atrapado un bagrecito que lo use como carnada y nada. Lo hubiera dejado para el
almuerzo aunque con eso no lleno ni medio cuarto de muela. La nenita de la
familia había sacado otro dorado y es ahí cuando decidí irme. Saque la caña
(pelada nuevamente) guarde mis cosas y cuando estaba por irme el señor me
pregunta: -¿ya te vas?- ¡Y claro que me voy a ir si su hija me saco todos los
peces de la laguna, los que yo iba a pescar. En ese momento el perro volvía empapado y se detiene en frente mio soltando de su boca una carpa. El pobre pescado estaba todo masticado, por lo que no quise tomarlo, aunque déjenme decirles que lo pensé. En fin, el segundo regalo fue mejor que el primero. Y bue, con las manos vacías, me
volví. Así que ¿“al que madruga Dios lo ayuda”? ¡Pero dejame de hinchar! ¡Son
solo frases con rimas!
¡La verdad,
esto es una injusticia!
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